El inmueble alberga un valioso conjunto de antigüedades –más
de 850 piezas– y abrirá por etapas como centro expositivo dedicado al
arte y las ciencias. Lo construyó en 1928 el arquitecto noucentista
Adolf Florensa –que por ejemplo construyó la Casa Cambó de Laietana y
restauró el Saló del Tinell, las Drassanes y el claustro de la Catedral–
y fue siempre de uso privado. La Fundación Ramon Pla Armengol, heredera
única de Nuria Pla y actual gestora del inmueble, planea destinar parte
de las salas a la colección, adecuar otras como casa-museo y recuperar o
recrear la biblioteca médica y el laboratorio veterinario-farmacéutico
de principios de siglo que hoy custodia la facultad de Medicina de la
UB. El edificio está catalogado y necesitaba una importante
rehabilitación, en la que la fundación lleva gastados más de un millón
de euros.
El primer espacio en abrir al público la sala de exposiciones, en la planta baja. Mostrará una antología de ochenta muebles de estética y función diversa, que desvelan cómo vivía la burguesía catalana y española de los siglos XVII, XVIII y XIX. Podrá visitarse gratuitamente tres
días a la semana –martes y jueves por la tarde y sábados por la
mañana–, siempre en grupos de 10 personas como máximo y con reserva
previa a través de la web de la fundación.
La previsión es que unas 500 personas acudan cada mes a las visitas,
pero si la demanda crece podrían ampliarse los horarios de apertura.
Guías expertos en mueble antiguo, formados por la reconocida asociación
Estudi del Moble, explicarán a los asistentes el valor artístico y las
curiosidades de cada objeto: compartimentos secretos para joyas, juegos
ópticos con espejos, teatros escondidos dentro de escritorios,
materiales traídos de ultramar… ¡Las historias que puede contar un
mueble!
“Muchísimos
anticuarios traían piezas a esta casa, pero la señora Pla las examinaba
minuciosamente y sólo compraba las realmente excepcionales”, explica el
abogado Juan Ramón Ferrero, que dirige la fundación y vela por el
cumplimiento del detalladísimo testamento de la propietaria. “Sólo
quería muebles 100% originales: ¡con que un solo tirador fuera repuesto
ya los rechazaba!”, relata. Durante más de seis décadas enriqueció la
colección con objetos muy diversos –armarios, esculturas, sillas,
espejos, orfebrería…–, pero los platos fuertes siempre fueron las
secciones de mesa barroca española y de cabinet o escritorios de
Salamanca, que se consideran las más completas del mundo. En cualquier
museo internacional estarían en vitrinas blidadas, pero en el Mas
Ravetllat-Pla pueden disfrutarse a sólo unos pocos centímetros de
distancia.
Destaca
especialmente un escritorio de 1609 en marfil y ébano, que puede
admirarse en el vídeo que acompaña este artículo. Representa el triunfo
de Felipe III a través de un detallado mapamundi, grabados de ocho
ciudades y todos los retratos de la dinastía de Nápoles. “Como éste
deben existir apenas 5 o 6 en todo el mundo”, explica Miguel Ángel
Alarcia, experto en mueble español antiguo y asesor de la fundación.
También destacan los bargueños con cajones sorpresa y espejos, añade
Mònica Piera, presidenta de Estudi del Moble y también colaboradora del
museo: “Eran objetos decorativos, para ostentar, pero con un componente
de experimentación científica que hoy se ha perdido totalmente en los
muebles modernos”.
Suero revitalizante extraído de caballos
El
palacete, de unos 3.000 m2, tiene una curiosa distribución. La pequeña
fachada norte, que da a la calle Mare de Déu de Montserrat, tiene forma
de masía noucentista y da acceso a la vivienda privada. La entrada sur,
por la que llegarán los visitantes del nuevo museo, es mucho más
majestuosa y fue durante seis décadas la cara pública del Instituto
Ravetllat-Pla. Recibía a la legión de visitadores médicos que
comercializaban en una veintena de países de Europa y América Latina el
Suero Ravetllat-Pla y la Hemo-Antitoxina, dos fármacos revitalizantes
que alcanzaron una enorme popularidad.
El
doctor Ramon Pla Armengol –padre de Nuria Pla, procedente de una familia
terrateniente de Lleida– y el veterinario Joaquim Ravetllat Estech se
asociaron en 1923 para producir medicamentos antituberculosos, que
producían gracias a la inyección del bacilo de Koch en caballos y la
sintetización posterior de los anticuerpos que generaba el animal.
Montaron un primer laboratorio en el Eixample, que pronto les quedó
pequeño, y en 1927 decidieron construir una gran sede con establos propios -que aún pueden distinguirse entre la vegetación-
en los terrenos que la familia Pla tenía en el Guinardó. Ravetllat
falleció sin ver terminada la obra y Pla asumió el proyecto en
solitario. “No está demostrado que curara la tuberculosis, pero sí que
tenía efectos reconstituyentes, que por ejemplo eran útiles en casos de
debilitamiento o de anorexia”, relata abogado Juan Ramón Ferrero.
Durante los años 30 el suero era ya un negocio redondo y el inmueble se
amplió como casa de huéspedes, al estilo de los balnearios en boga en el
momento, incluso con frontón y piscina. “¡Tenía un éxito extraordinario
y llegó a contar con decenas de empleados!”, detalla el abogado.
Sin
embargo llegó la Guerra Civil y el doctor Pla, que había sido diputado
socialista, tuvo que exiliarse. La finca acogió durante casi un año el
gobierno vasco en el exilio y fue también hospital. Al terminar el
conflicto, en 1939, Nuria Pla movilizó todos sus contactos políticos y
se acercó al régimen falangista para recuperar la propiedad de la
empresa y relanzarla. Nuria Pla era una mujer inteligente y directa,
avanzada a su tiempo en casi todo. Había sido la única licenciada en
Medicina de su promoción, conducía descapotables cuando apenas
circulaban automóviles por Barcelona y se interesaba vivamente por el
arte y la economía de España. Reconceptualizó el suero de su padre como
complemento vitamínico y relanzó el laboratorio,
que funcionó hasta los años 80. Ya jubilada y viuda, Nuria Pla mantuvo
su residencia en el Mas del Guinardó hasta que falleció en 2011 a los 94
años. Vivía sola con Anita, la criada, que hoy tiene 85 años y aún
mantiene impecables las estancias del caserón.
No
tenía hijos ni legitimarios, porque todos sus parientes eran de parte
del marido, así que decidió dejar toda su fortuna a una fundación que se
crearía postmortem para honrar la trayectoria de su padre y
mostrar al público su querida colección de muebles. “La soledad en la
vejez siempre es muy dura, pero sufrirla rodeada de gente todavía es
peor, porque pierdes todo atisbo de inocencia”, musita Ferrero.
Deberes pendientes del Ayuntamiento
Antes
de dejarse seducir por las antigüedades, los visitantes transitarán por
los desangelados alrededores del Mas Ravetllat-Pla, que esperan una
millonaria intervención municipal para convertirse en jardines. Los
preparativos están en marcha desde el mandato anterior, pero avanzan muy
lentos. “Vamos muy por delante del ayuntamiento, pero confiamos que el
museo sea un estímulo y ayude a acelerar la plena apertura de la finca”,
asume Ferrero. También está sobre la mesa la publicación de una
biografía de Nuria Pla el año que viene, cuando se cumplirán 100 años de
su nacimiento.
Aunque
la exposición sea sólo un aperitivo del futuro parque y centro
cultural, el interés que ha despertado es alto. Las entradas para la
primera jornada, este sábado, se agotaron ya hace días y varias
asociaciones se han interesado para programar sesiones particulares. La
señora Pla, al fin, tendrá quien la visite.
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