"El restaurante de Can Culleretes es considerado el más antiguo de Cataluña. Sus orígenes se remontan al siglo XVIII, 1786, según la fecha que se anuncia al cabecero de la puerta. Parece que originalmente estaba situado extramuros, en la portería de un antiguo convento, donde se ofrecían meriendas a base de galletas, cremas y sobre todo requesón, la especialidad de la casa, siempre acompañado de las necesarias cucharillas que acabaron dándole nombre. Durante el siglo XIX el establecimiento se trasladó a la plaza Sant Jaume y, posteriormente, a la actual ubicación de la calle Quintana. En 1890 se transformó en restaurante y se reformó el local. Se conservan tres grandes pinturas murales de Francesc Tey y unos arrimaderos de cerámica de Xavier Nogués."
Ver: https://www.poblesdecatalunya.cat/element.php?e=9236
Carrer Quintana, 5
Descripción:
Este arrimador sustituye a los seis paneles que realizó el pintor Xavier Nogués Cases con la colaboración del ceramista Francesc Quer, en 1923, para el establecimiento y que ahora se encuentran conservados en el Museu del Disseny de Barcelona. Ingresaron en la colección del antiguo Museo de la Cerámica en 1966 por donación de Miquel Regàs, propietario y cocinero de Can Culleretes. Se desconoce el momento en que estos paneles fueron sustituidos por los actuales; es de suponer que fue antes de 1966. Las bandas verticales entre los paneles son las únicas partes originales que quedan in situ.
Época: entre 1923 y 1966 para los paneles; entre 1895 y 1923 por las bandas verticales.
Autor: desconocido"
La historia del restaurante de Can Culleretes tuvo sus principios a las afueras de las murallas. Su origen tuvo lugar en 1786 y lo inició la abuela de Joaquín Pujol Recasens.
La abuela era la portera de un convento de monjas cercano a la desaparecida estación de Martorell, que veía por las tardes, especialmente los festivos, cómo pasaban paseando las parejas a la salida de la muralla. Así que empezó a preparar leche de almendras, que ofrecía a los paseantes.
Hubo tanta buena acogida que la abuela aumentó la oferta con jarabes, horchatas y alguna cosa sencilla para merendar (requesón y crema catalana). Esto, como es lógico, acompañado con cucharitas de madera.
Esto no fue del agrado de las monjas por le prohibieron que continuara con el negocio.
La abuela, que había visto en la idea un futura negocio, decidió entonces montar un local en un lugar más céntrico. Lo encontró en la desaparecida calle de Jaime I, posteriormente, farmacia del doctor Casassa y, finalmente, con la urbanización de la Plaza de San Jaime, en el rincón de la plaza, el edificio de La Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Barcelona.
Según el Libro Guinness de los Récords, fue el segundo restaurante que se inauguró en España, en 1786. El primero data de 1725 en Madrid, cerca del Arco de Cuchilleros, conocido como Casa Botín.
En 1890, aquella cremería fue comprada por Tito Regás, bisabuelo de Oriol Regás, quien la convirtió definitivamente en el restaurante que hoy conocemos. Regás realizó una remodelación, obra de Jaume Llongueres, que lo adornó con tres grandes pinturas murales de Francisco Tey, seis plafones cerámicos de Xavier Nogués y lámparas grandes.
El origen del nombre
Pero, como es lógico, el paso del tiempo diluye la información y lo que ha llegado a nuestros días puede estar distorsionado y es muy difícil saber lo que es verdad y que pudiera ser leyenda. El origen del nombre tiene dos versiones, completamente diferentes.
La primera dice que el nombre le viene a que fue el primer restaurante de Barcelona en usar cucharillas de metal en lugar de las de madera.
La segunda (según Montse Agut, la más verosímil), tiene que ver con la cantidad de postres que realizaban y que hacía que se tuvieran que usar muchas cucharitas y los camareros se tuvieran que acercar a la barra para pedir: "Nenes, culleretes", (es decir, cucharitas).
Pero no fue hasta el año 1900 que el tesón con que cogió el negocio Tito Regás empezó a dar sus frutos. La oferta de platos típicos catalanes y de calidad a un precio más que razonable y las célebres Cenas de Cinco pesetas (Sopars de duro), hicieron que el local fuera de los más visitados de la ciudad.
Fue tal el prestigio y la fama conseguida por el restaurante en aquella época que, el 3 de diciembre de 1919, el Teatro Romea, en su programación de pequeñas piezas en catalán, estrenó el sainete en un acto del escritor Josep Burgas i Burgas, Un bateig a Can Culleretes.
El 23 de febrero de 1934, La Vanguardia, en su página 3, publicaba un artículo a dos columnas del constructor Buenaventura Bassegoda, titulado Las casas centenarias, en el que daba una narración de los principios del local.
Cambios en la propiedad
La Guerra Civil obligó a Tito Regás a huir y abandonar el restaurante. Esto hizo mucho daño al negocio, que se resintió enormemente, lo que hizo que una vez finalizada la guerra, la familia Regás tomara la decisión de ceder el local al Gremio de Hoteleros y Cocineros.
El resultado no fue el esperado, ya que los continuadores no supieron cuidar demasiado el antiguo negocio, por lo que Can Culleretes fue perdiendo poco a poco la categoría que tenía.
El Gremi de Hostelers i Cuiners, viendo el desastre en el que se habían metido, decidieron vender el restaurante. Francesc Agut (sobrino del restaurador Agustí Agut, que había sido su maestro) leyó en un diario que Can Culleretes estaba en venta y, junto a su mujer Sussi Manubens, lo compraron para intentar encumbrarlo.
Le dio un cambio espectacular volviendo a aquello que lo había hecho famoso: una comida de tipo medio, tanto en calidad como en precio.
Pronto corrió la noticia del cambio espectacular sufrido por Can Culleretes, lo que provocó que el restaurante volviera a ser frecuentado por intelectuales, políticos y artistas.
El local fue ganando popularidad por sus platos típicos: el cerdo a la catalana con pasas, ciruelas y piñones, el jarrete con níscalos (jarret amb rovellons), los postres como la crema catalana, o requesón con miel (mel i mató), fueron degustados como en los inicios del establecimiento.
Esto obligó a Francesc Agut a ir ampliando progresivamente el local. Hoy está dividido en cuatro salas y tiene un cierto aire modernista. Sus paredes están llenas de cuadros y fotografías firmadas de gente del espectáculo, artistas y políticos, carteles de toros y pequeños recuerdos enmarcados de los inicios de Can Culleretes.
Las fotografías de las paredes recuerdan algunas de las historias vividas en su interior e incluso se conservan algunas baldosas originales de finales del siglo XVIII.
Hoy en día llevan el restaurante las dos hijas de Francesc Agut y Sussi Manubens, Montse y Alicia, y su yerno Bernat, junto con cuatro de los nietos: Susana, Alberto, Carlos y Jordi.
El éxito actual se basa en el trabajo de las tres generaciones de la familia Agut Manubens, que han sabido hacer de Can Culleretes un restaurante de calidad."
Gracias por su aportación a:
No hay comentarios:
Publicar un comentario