"El Palau Montaner, testigo del lujo residencial del siglo XIX
La Delegación del gobierno español ocupa la finca de un famoso editor, rellena de vidrieras y mosaicos modernistas
Las mansiones de finales del siglo XIX buscaban una ubicación preferente en torno al paseo de Gràcia, símbolo de prestigio y potencia. Muchas de estas fincas todavía tienen un papel relevante en Barcelona: así lo demuestra uno de los máximos exponentes de esta realidad, el Palau Ramon Montaner. El edificio resiste imperioso en el cruce de las calles Mallorca y Pau Claris —tenía un hermano gemelo, hoy desaparecido— como un icono del lujo modernista. Iniciada por Josep Domènech i Estapà y acabada por Lluís Domènech i Montaner, con una curiosa desavenencia de por medio, esta obra es la protagonista del tercer reportaje del ciclo Visita privada a… del TOT Barcelona y el portal arquitecturacatalana.cat del Colegio de Arquitectos de Cataluña (COAC).
Para entender el nacimiento de este edificio es necesario remontarse al año 1889, poco después de la primera Exposición Universal en Barcelona. En ese momento, la editorial Montaner y Simón se había erigido en un negocio próspero y sus dueños —Ramon Montaner y Francesc Simón— dieron el paso de encargar la construcción de dos residencias, una junto al otro, en consonancia con su estatus social. Las ubicarían junto al paseo de Gràcia y serían de grandes dimensiones pero poca altura.
El palacete de Ramon Montaner se terminó en 1893 y hoy, 128 años después, lo ocupa la sede de la Delegación del gobierno español en Cataluña. Conserva sus principales atributos arquitectónicos y destaca por su suntuoso talante: un suelo lleno de mosaicos de mármol y unos plagones con artesonados de madera recubren todavía hoy las paredes y los techos. Además, una escalera de honor preside el patio central, que luce amplio bajo una linterna de vidrieras con decoración vegetal.
De hecho, una de las curiosidades de la mansión es que en la zona superior del edificio predominan los paneles de mosaico vidriado con referencias a la invención de la imprenta. Lo ejemplifica un friso de grandes dimensiones bajo el vuelo de la azotea que acaba muriendo en la parte inferior del alero de la entrada de la calle Mallorca. Allí mismo se puede ver esculpida en piedra un águila. Y a ambos lados del animalito, escudos con la fecha en que se acabó la construcción del palacio.
Así, a pesar de las grandes dimensiones de la propuesta arquitectónica, el edificio sólo consta de dos plantas y una buhardilla. El máximo responsable del mobiliario de la casa fue el genio de la artesanía modernista Gaspar Homar y entre los trabajos de ebanistería hay también carpintería de Planas i Tort. Las esculturas corrieron a cargo del reconocido Eusebi Arnau y uno de los principales atractivos del palacio, como son las vidrieras, llevaban la firma de Antoni Rigalt y Blanch."
"En el interior, debida básicamente a Domènech i Montaner, destaca la riqueza espacial del gran espacio a doble altura con una gran escalinata y el pasillo volado del primer piso, todo cubierto con una claraboya policromada, y la riqueza decorativa debida a la intervención de artesanos que posteriormente fueron estrechos colaboradores en las obras más importantes del arquitecto: el escultor Eusebi Arnau, el mueblista Gaspar Homar y el vidriero Rigalt."
Ver: https://ajuntament.barcelona.cat/informaciourbanistica/cerca/ca/fitxa/1540/--/--/cp/
Carrer de Mallorca 278
El comedor es una joya que conserva intacta la ebanistería, el artesonado, las vidrieras y las pinturas a mano de las paredes, pero no así los muebles que fueron llevados a Canet cuando la familia vendió el palacete. Del salón de fumadores sin embargo, solo queda el techo (sin lámpara) y los cristales pintados de las ventanas, trampantojos dedicados a las estaciones
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