sábado, 9 de diciembre de 2023

19/05/2023 Cádiz. Hotel Áurea Casa Palacio Sagasta (Antiguo Palacio de Benito Cuesta)

" La historia que se esconde tras el hotel Casa Palacio Sagasta en Cádiz

Nuria Agrafojo

Dormir en las lujosas habitaciones del Hotel Áurea Casa Palacio Sagasta es rememorar no sólo la historia de la capital gaditana sino una parte importante de la historia de España. La relación de Cádiz con el mar, el auge del comercio en el siglo XVIII, la forma de vida de los Cargadores de Indias, la influencia de la arquitectura genovesa o el protagonismo de figuras inglesas tan conocidas como Sir Richard Wellesley o su hermano, el Duque de Wellington, están íntimamente relacionadas con la apertura de un establecimiento hotelero que ha conseguido poner en valor un relevante edificio que se encontraba en ruinas.

Un inmueble de una belleza arquitectónica incomparable y que las arquitectas Olga Fernández y Francisca Alcántara han conseguido recuperar manteniendo casi todos los elementos originales que se han encontrado durante las obras. Un trabajo minucioso que ha permitido conservar el edificio como lucía siglos atrás. Desde los azulejos y suelos, hasta los llamadores de servicio, pasando por su aljibe convertido en spa o su espectacular montera, han vuelto a cobrar protagonismo en un hotel que brilla con luz propia.

Hablar del Hotel Áurea Casa Palacio Sagasta es hablar de historia. Así lo cuenta el historiador gaditano Fernando Jesús Elduque, que recuerda los orígenes del edificio, que acaba de abrir sus puertas bajo la dirección de María del Carmen Atienza. «Nos encontramos en una auténtica Casa-Palacio construida a mediados del siglo XVIII y remodelada años después según los gustos isabelinos", adelanta el profesional, que la describe como una característica residencia burguesa gaditana con su tradicional patio central, su escalera imperial de dos tramos y su torre mirador con garita, una de las más emblemáticas de la ciudad.

Unas características arquitectónicas que lucen desde el exterior hacia el interior, dejando boquiabiertos a los visitantes que han tenido la oportunidad de participar en las visitas guiadas que se están realizando con motivo de la inauguración del hotel. Una obra de arte es la fachada, que mantiene los balcones de tipo pecho paloma que eran tan característicos de la época o los cristales curvos que ya sólo se pueden encontrar en escasas fincas de Cádiz.

Y tras pasar el zagúan, donde se ubican algunos de los azulejos que se han salvado del expolio al que ha estado sometido el edificio durante más de una década, nos adentramos en una casa palacio que en sus orígenes era la casa de un comerciante. En los bajos hay constancia de que en los primeros años había una mercería, una sastrería y una barbería. En el entresuelo, que destaca por la piedra ostionera de su fachada, se encontraban las oficinas de los negocios, mientras que la primera planta, era donde residían los señores de la casa, donde se encontraban las dependencias más lujosas, con mobiliario señorial, ahora reconvertidas en cuidadas habitaciones de hotel.

Por último, en la planta superior, estaba destinada al servicio, mientras que en la torre mirador y en su garita, (reconvertida en una suite espectacular) se acomodaba una persona que se encargaba de controlar los barcos y mercancías que llegaban por el mar. Desde allí sabía qué mercancías y barcos llegaban en cada momento y se tomaba la decisión de acudir al puerto para retirarlas si así lo decidía el señor de la casa.

 La antigua embajada británica

Una de las grandes peculiaridades del actual hotel Áurea Casa Palacio Sagasta de Cádiz es que acogió en sus orígenes, y hasta finales del siglo XIX, el consulado y la embajada británica. Durante este periodo su más ilustre inquilino fue el embajador Sir Richard Wellesley, hermano mayor del Duque de Wellington quien llegó a convertirse en una de las principales figuras militares y políticas del Imperio británico en el siglo XIX.

Cuando el Duque visitaba Cádiz se alojaba en esta casa, por lo que muchas de las estrategias del ejército aliado para expulsar a las tropas napoleónicas de la península fueron planificadas en el actual Áurea Casa Palacio de Sagasta.

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Curiosidad_ 

El por qué de los balcones «panzudos»

Los cierros del Áurea Casa Palacio Sagasta destacan por su esmerada factura, y originariamente estaban cerrados con vidrios curvos. Los balcones abombados resultan un elemento singular de la arquitectura gaditana. Su perfil «panzudo», también conocido como curva isabelina, tiene su explicación en el estilo y las características de la indumentaria de la época, ya que permitía dar cabida a los abultados miriñaques que vestían las damas y evitaban que los ropajes se arrugaran.

Por aquel entonces la embajada británica ocupaba los números 101 y 103 de la calle Amargura, hoy 1 y 3 de Sagasta. En el inmueble del número 101 tenía su residencia el embajador Sir Richard Wellesley. Francisco Xavier Insúa, el único español al servicio de la embajada habitaba en el entresuelo. En la planta baja había dos locales: una sastrería que había cerrado por causa de la guerra y una barbería donde residía el barbero, junto con su mujer y su hija.

En el número 103 sólo vivían soldados y oficiales ingleses, salvo en el local ubicado en el bajo donde se localizaba una mercería en la que vivía el propietario con su mujer y su hijo.

Por último, y en la zona más alta del edificio, podemos encontrar uno de los elementos más valiosos de este edificio, que es una preciosa torre de garita de planta octogonal que se eleva sobre la escalera imperial a una altura de 7 plantas. Unas dependencias que han sido transformadas para los huéspedes más curiosos, que tienen la opción de alojarse en este último piso, en una habitación de dos plantas de altura, con una azotea espectacular para disfrutar de una de las puestas de sol de Cádiz, desde donde se pueden ver prácticamente todos los edificios del casco histórico.

Una de las torres-mirador más altas de Cádiz

Antiguamente desde el interior de la garita se podía subir hasta la pequeña cúpula por una escalera de caracol y en la garita había unas oberturas para poder otear el horizonte con los prismáticos. Siglos atrás, para los comerciantes de Indias las torres-mirador, ejercían como puesto de observación de lo que ocurría en el puerto de Cádiz. Estaban pensadas para ver y ser vistas, y desde su cúspide se izaban banderas que servían para comunicarse con los buques que entraban y salían del puerto. Llegaron a convertirse en símbolo de prestigio para los comerciantes que competían por conseguir que su torre fuera la más vistosa y espectacular con ornamentaciones de todo tipo.

Esta torre se encontraba en un estado muy deteriorado, casi ruinoso, y ha requerido de una rehabilitación esmerada. Ahora se ha convertido una de las más emblemáticas y bonitas de la ciudad, ornamentada con molduras y decorada con vivos colores y motivos geométricos de almagra, que nos remiten al estilo del arte mudéjar. Sin duda, una de las mejores vistas de Cádiz."

Ver. https://www.lavozdigital.es/provincia/cadiz/recorrido-historia-esconde-tras-hotel-casa-palacio-20230607135414-ntv.html

Ver fotos del interior








 Vista aérea: Google Maps

Gracias por su aportación a Kike Cosano_

"Te añado, que en uno de los locales de los bajos del palacio (dando para el callejón del Tinte) hubo un pub llamado PersÍguene Ibáñez, por las leyendas que por ahí corrían de la aparición del fantasma de un tal Ibáñez, que tenía relación con la propia casa.

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