"El palacio de la Aljafería (en árabe: قصر الجعفرية, tr. Qaṣr al-Jaʿfariyah, por derivación de uno de los nombres del rey que lo mandó construir, Abú Yaáfar al-Muqtádir) es un palacio fortificado construido en Zaragoza en la segunda mitad del siglo XI por iniciativa de al-Muqtadir como residencia de los reyes hudíes de Saraqusta. El nombre con el que se conoce al monumento proviene de la evolución fonética y linguística de su pronombre Abú Ya’far, de Yafar vino al-Yafariyya, posteriormente Aljafaria y finalmente Jaferia o Aljafería. (EXPÓSITO SEBASTIÁN, M., La Aljafería…, op. cit., p.33).
Este palacio de recreo (llamado entonces Qasr al-Surur o 'palacio de la Alegría') refleja el esplendor alcanzado por el reino taifa en el periodo de su máximo apogeo político y cultural.
Su importancia radica en que es el único testimonio conservado de un gran edificio del arte hispanomusulmán de la época de las taifas, de hecho esta arquitectura encuentra sus precedentes artísticos en los palacios sirio-omeyas del desierto, tipología típica de la primera mitad del siglo VIII, entre los cuales sobresalen el de Qasr alHayr al-Sarqui, Msatta, Jirbat al-Mafyar, y de la primera etapa abasí, el castillo de Ujaydir. (EXPÓSITO SEBASTIÁN, M., La Aljafería…,op. cit., pp. 34-35.)
De modo que, si se conserva un magnífico ejemplo del califato de Córdoba, su mezquita (siglo X), y otro del canto de cisne de la cultura islámica en al-Ándalus, del siglo XIV, la Alhambra de Granada, se debe incluir en la tríada de la arquitectura hispanomusulmana el palacio de la Aljafería de Zaragoza (siglo XI) como muestra de las realizaciones del arte taifa, época intermedia de reinos independientes anterior a la llegada de los almorávides. Los «restos mudéjares del palacio de la Aljafería» fueron declarados individualmente Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1986 como parte del conjunto «Arquitectura mudéjar de Aragón».
La fecha de construcción de este complejo arquitectónico se corresponde con el siglo XI, concretamente entre 1065 y 1081; ya que en algunos de los capiteles se puede observar una inscripción en la que figura al-Muqtadir como el vencedor, título que no fue adoptado por el monarca hasta 1065 tras la toma de Barbastro. (BELTRÁN MATÍNEZ, Antonio (dir), La Aljafería, I v., op.cit., pp.50-51.)
La planta de la construcción islámica era un recinto fortificado y reforzado por dieciséis torreones semicirculares, con planta rectangular. Este carácter de fortificación no solo sirvió como defensa, sino también para configurar dos mundos claramente diferenciados: el exterior profano y humilde, y el interior culto y delicado.
Cabezón Coterón, A. (2017). El Palacio de la Aljafería de Zaragoza: historia, arquitectura y restauración [Trabajo fin de grado, Universidad de Zaragoza] Repositorio Institucional de Documento. https://zaguan.unizar.es/record/62717
Las soluciones adoptadas en la ornamentación del palacio de la Aljafería, como la utilización de arcos mixtilíneos y de los salmeres en «S», la extensión del ataurique calado en grandes superficies o la esquematización y abstracción progresiva de las yeserías de carácter vegetal, influyeron decisivamente en el arte almorávide y almohade tanto del Magreb como de la península ibérica. Asimismo, la transición de la decoración hacia motivos más geométricos está en la base del arte nazarí.
Tras la conquista de Zaragoza en 1118 por Alfonso I el Batallador pasó a ser residencia de los reyes cristianos de Aragón, con lo que la Aljafería se convirtió en el principal foco difusor del mudéjar aragonés. Fue utilizada como residencia regia por Pedro IV el Ceremonioso (1319-1387) y posteriormente, en la planta principal, se llevó a cabo la reforma que convirtió estas estancias en palacio de los Reyes Católicos en 1492. En 1593 experimentó otra reforma que la convertiría en fortaleza militar, primero según diseños renacentistas (que hoy se pueden observar en su entorno, foso y jardines) y más tarde como acuartelamiento de regimientos militares. Sufrió reformas continuas y grandes desperfectos, sobre todo con los Sitios de Zaragoza de la Guerra de la Independencia hasta que finalmente fue restaurada en la segunda mitad del siglo XX y actualmente acoge las Cortes de Aragón.
En su origen, la construcción se hizo extramuros de la muralla romana, en el llano de la saría o lugar donde los musulmanes desarrollaban los alardes militares conocido como La Almozara. Además, esta tenía la condición de construcción recreativa del monarca, por lo que no tenía la necesidad de encontrarse dentro de las murallas de la ciudad. El propio mismo lo apodó “El Palacio de la alegría” en algunos de sus poemas. (EXPÓSITO SEBASTIÁN, M., La Aljafería…,op. cit., p.34. “¡Oh, palacio de la alegría! ¡Oh, sala de oro! Gracias a vosotros logré el colmo de mi anhelo. Y aunque no tuviera otra cosa mi reino, Para mi sois cuanto pudiera ansiar.”).
Con la expansión urbana a través de los años, el edificio ha quedado dentro de la ciudad. Se ha podido respetar a su alrededor un pequeño entorno ajardinado."
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Ya en el interior del oratorio hay un espacio reducido de planta cuadrada pero con esquinas achaflanadas, que lo convierte en una falsa planta octogonal. En el sector sureste, orientado hacia la Meca, se sitúa el nicho del mihrab. Investigando el pavimento, se encontró otro pavimento, que confirmó la previa existencia de otro edificio, el cual se cree que podría ser califal. (Beltrán, A. (1970). La Aljafería. Ayuntamiento de Zaragoza).
El frontal del mihrab se conforma mediante un arco de herradura muy tradicional, de formas cordobesas y rosca de dovelas alternadas, unas decoradas con relieves vegetales y otras lisas (aunque en origen estuvieron adornadas con decoración pictórica), que recuerdan la rosca del mihrab de la Mezquita de Córdoba, si bien lo que allí fueron materiales ricos (azulejería de mosaicos al estilo bizantino), en Zaragoza -con menos fasto y presupuesto que la Córdoba califal- son estucos en yeso y policromía típica del alarifazgo morisco, decoración que se ha perdido casi en su totalidad en el Palacio. Siguiendo con el arco de la portada, un alfiz enmarca su trasdós, en cuyas albanegas aparecen rehundidas dos rosetas gallonadas, como también lo es la cúpula del interior del mihrab.
El resto de los muros de la mezquita están decorados con arcos ciegos mixtilíneos enlazados y decorados en toda la superficie con atauriques vegetales de inspiración califal. Estos arcos se apoyan en columnas rematadas en capiteles de esbelto canastillo. Un zócalo de losas cuadradas de mármol recubre la parte inferior de los muros de la mezquita.
Todo ello se remata en alzado con una espléndida teoría de arquillos polilobulados entrecruzados, que, en este caso, no son ciegos en su totalidad, pues los de las esquinas en chaflán dejan ahora ver los ángulos de la estructura de planta cuadrada. Esta galería es la única que conserva restos de la decoración pictórica del siglo XI, cuyos motivos fueron rescatados por Francisco Íñiguez Almech tras retirar el encalado con que fueron cubiertos tras el paso de la Aljafería a capilla. Desgraciadamente, este restaurador, loable por haber salvado de la ruina al monumento, trabajó en una época de distintos criterios a los actuales, pues se proponía restituir todos los elementos a su aspecto original. Para ello repintó con pintura acrílica las huellas de restos islámicos, lo que hace a esta actuación irreversible y, por consiguiente, nunca veremos el, aunque muy desvaído, pigmento original.
La cúpula de la mezquita no se conservó, pues esa es la altura en la que se construyó el palacio de los Reyes Católicos; sin embargo, la característica planta octogonal hace pensar en que la solución siguiera al pie de la letra las existentes en la macsura de la mezquita de Córdoba, es decir, una cúpula de arcos de medio punto que se entrelazan formando un octógono en el centro. La propuesta de cubrimiento de Francisco Íñiguez es, sin embargo, en este caso, reversible, pues se trata de una cúpula desmontable de escayola. En 2006, Bernabé Cabañero Subiza, C. Lasa Gracia y J. L. Mateo Lázaro postularon que «los nervios de la bóveda [...] debían de tener la sección de arcos de herradura conformando un esquema de estrella de ocho puntas con una cúpula agallonada en el centro, como las existentes en las dos cúpulas laterales del transepto de la mezquita de Córdoba»."Es una sala rectangular de 20 metros de largo por 7,65 de anchura y 8,25 de alto, situada sobre la sala gótica que ocupó el espacio del pórtico Norte del <<patio de Santa Isabel>>, reforzando las arquerías y disponiendo pilastras para sostener el conjunto a pesar de lo cual fallaron los muros, como se ve en una sección del siglo XVIII. (Beltrán, A. (1970). La Aljafería. Ayuntamiento de Zaragoza). Su nombre se debe al nacimiento de la infanta Isabel de Aragón en la Aljafería, que fue en 1282 reina de Portugal.
Más complejo y difícil de describir es la magnificencia y suntuosidad del techo que cubre el Salón del Trono. Sus dimensiones son muy considerables (20 metros de longitud por 8 de anchura) y su artesonado está sustentado por gruesas vigas y traviesas que se decoran con lacerías que en las intersecciones forman estrellas de ocho puntas, al tiempo que generan treinta grandes y profundos casetones cuadrados.
En el interior de estos casetones se inscriben octógonos con un florón central de hojarasca rizada que rematan en grandes piñas colgantes que simbolizan la fertilidad y la inmortalidad. Todo fue labrado y dorado completamente, fuera del salón, y colocado después con grandes clavos. Este techo se reflejaba en el suelo, que reproduce los treinta cuadrados con sus respectivos octógonos inscritos. Los ladrillejos del suelo se han restaurado de la misma forma que los originales, pero sin vidriar, y se han trasladado los que había en el testero del salón, donde se ha colocado ahora una tarima de madera. El dibujo del pavimiento reproduce, en esquema geométrico, el del techo. (Beltrán, A. (1970). La Aljafería. Ayuntamiento de Zaragoza. p. 103).
Bajo el artesonado discurre una airosa galería de arcos conopiales transitable y con antepechos calados desde la que los invitados podían contemplar las ceremonias regias. Para terminar, toda esta estructura se apoya en un arrocabe con molduras en nacela labradas con temas vegetales y zoomorfos (cardina, pámpanos, frutos de vid, dragones alados, animales fantásticos...), y, en el friso que rodea todo el perímetro del salón, aparece una leyenda de caligrafía gótica que reza:
Ferdinandus, Hispaniarum, Siciliae, Sardiniae, Corsicae, Balearumque rex, principum optimus, prudens, strenuus, pius, constans, iustus, felix, et Helisabeth regina, religione et animi magnitudine supra mulierem, insigni coniuges, auxiliante Christo, victoriosissimi, post liberatam a mauris Bethycam, pulso veteri feroque hoste, hoc opus construendum curarunt, anno salutis MCCCCLXXXXII.
La traducción de esta inscripción es:
Fernando, rey de las Españas, Sicilia, Córcega y Baleares, el mejor de los príncipes, prudente, valeroso, piadoso, constante, justo, feliz, e Isabel, reina, superior a toda mujer por su piedad y grandeza de espíritu, insignes esposos victoriosísimos con la ayuda de Cristo, tras liberar Andalucía de moros, expulsado el antiguo y fiero enemigo, ordenaron construir esta obra el año de la Salvación de 1492.
Esta inscripción, o lo que cupo de ella, corría también por los frisos de los otros salones reales.
Además, algunas de las piñas del artesonado se han dejado sin labrar que reponían las que faltaban en el techo, y se han dorado para evitar que llamen la atención dentro del conjunto.
El salón estuvo iluminado por tres arañas, seguramente de hierro, en las que se colocarían velas, que colgaban del techo mediante sendas pequeñas poleas, que aún se conservan, y que servirían para bajarlas y encenderlas y subirlas hasta la altura deseada. (Beltrán, A. (1970). La Aljafería. Ayuntamiento de Zaragoza. p. 108).
El salón está restituido tal y como era el antiguo en aspecto, es de notar que no había ninguna chimenea, no existió en esta sala; y que las paredes, en la parte donde no hay puertas ni ventanas, son completamente lisas, puesto que debieron estar adornadas por tapices de las colecciones reales o del cabildo de Zaragoza. (Beltrán, A. (1970). La Aljafería. Ayuntamiento de Zaragoza).
Actualmente se ha abierto una comunicación del <<salón del trono>> con lo que debieron ser habitaciones de los palacios gótico y del siglo XV, a través del <<despacho del rey>> y de la estancia del rellano de la gran escalera, quedando todavía una serie de cámaras y salas en el lado Norte pendientes de investigación y restauración, ya que las estancias que acabamos de describir son, solamente, las de gran aparato y recepción, pero no las que servían para la vida diaria. (Beltrán, A. (1970). La Aljafería. Ayuntamiento de Zaragoza. p. 108)Se trata del espacio abierto y ajardinado que unificaba todo el palacio taifal. A él vertían los pórticos norte y sur, y probablemente, habitaciones y dependencias situadas al este y oeste de este patio central.
Su nombre procede del nacimiento en la Aljafería de la infanta Isabel de Aragón, que fue en 1282 reina de Portugal. Se ha conservado la alberca original del sur, mientras que la del frente septentrional, del siglo XIV, se ha cubierto con un suelo de madera. La restauración intentó dar al patio el esplendor original, y para ello se dispuso una solería de placas de mármol en los pasillos que rodean al jardín de naranjos y flores.
Las medidas originales del patio se estima que rondaron los 24 metro de ancho por 39 de largo, omitiendo los pórticos de los lados más cortos. En los lados más largos donde hoy se han dispuesto unas galerías que se abren al patio por medio de arcos de medio punto, en su origen no había ni pórticos, ni ningún elemento que se abriese al patio, por lo que la zona de acceso a este se encontraba en los lados cortos. (Beltrán, A. (1970). La Aljafería. Ayuntamiento de Zaragoza).
La arcada que se contempla mirando hacia el pórtico sur está restaurada mediante el vaciado de los arcos originales que están depositados en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid y en el Museo de Zaragoza, los cuales debido a su mal estado de conservación, se cree que no podrán ser devueltos a su lugar de origen (Beltrán, A. (1970). La Aljafería. Ayuntamiento de Zaragoza). Suponen el mayor atrevimiento y distancia por su innovación con respecto a los modelos califales de las arquerías del lado norte.
Según Christian Ewert, quien ha estudiado durante quince años los arcos de la Aljafería, cuanto más relacionados con zonas nobles (Salón Dorado y Mezquita) están las ornamentaciones de las arcadas, más respeto tienen a la tradición cordobesa de la que parten."
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Desde el patio de San Martín se pasa al patio del Trovador y, de este al de Santa Isabel. En él está resumida la historia del palacio de la Aljafería, desde las construcciones árabes del siglo XI hasta las obras cuarteleras actuales, pasando por las alteraciones cristianas, góticas y mudéjares y por la majestuosa obra de los Reyes Católicos. (Beltrán, A. (1970). La Aljafería. Ayuntamiento de Zaragoza).
La fábrica, de estilo gótico-mudéjar, consta de dos naves de tres tramos cada una, en origen orientadas al este y apoyadas en dos pilares con semicolumnas adosadas en la mitad de las caras del pilar, cuya sección se recuerda en los cuadrilóbulos que albergan el escudo de armas del rey de Aragón en las albanegas de la portada, que es ya de la primera década del siglo XV y en la que nos detendremos más adelante.
Las bóvedas de estas naves, de crucería simple, se alojan sobre arcos formeros y perpiaños apuntados, en tanto que los diagonales son de medio punto. En los vértices de las bóvedas aparecen florones con los escudos de armas de la monarquía aragonesa. De su decoración solo se conservan fragmentos del recubrimiento pictórico y unos arcos agramilados mixtilíneos directamente inspirados en el palacio musulmán.
Resalta en el exterior la portada mudéjar de ladrillo referida con anterioridad, construida en tiempo de Martín I el Humano y abierta en el último tramo de la nave sur.
La entrada es una puerta gótico-mudéjar posterior. Esta portada se articula mediante un arco carpanel muy rebajado, cobijado por otro apuntado de mayores dimensiones. Enmarcando ambos, un doble alfiz decorado con motivos taqueados formando paños de rombos.
En las albanegas aparecen dos medallones cuadrilobulados que albergan escudos con la imagen de la insignia del rey de Aragón. En el tímpano resultante entre los arcos se dispone una banda de arquillos ciegos mixtilíneos entrecruzados, que de nuevo remiten a las series del palacio hudí. Esta franja se ve interrumpida por un recuadro que aloja un relieve incorporado recientemente.
La iglesia fue remodelada en el siglo XVIII, anteponiéndole una nave y cubriendo por tanto la portada mudéjar antes descrita. Los pilares y muros se remozaron y enlucieron al estilo neoclásico. Toda la reforma fue eliminada durante las restauraciones de Francisco Íñiguez, aunque por la documentación fotográfica existente, se sabe que había una esbelta torre que ahora aparece con remate almenado inspirándose en el aspecto de la iglesia mudéjar, y en el siglo XVIII culminaba con un curioso chapitel bulboso. La torre de corte neoclásico se demolió, que cabalgaba sobre otra árabe con pequeños arcos de herradura, que sobresalía un poco de las murallas, almenada, que había macizado para soportar la carga y que se está vaciando para hacerla accesible por una escalera interior. (Beltrán, A. (1970). La Aljafería. Ayuntamiento de Zaragoza. p. 26). "
Ver texto completo: https://es.wikipedia.org/wiki/Palacio_de_la_Aljafer%C3%AD
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Excelente reportaje. Muchas gracias
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