martes, 14 de enero de 2025

09/01/2025 Llibreria Sant Jordi

 "En el vestíbulo de la casa Bernés, en la calle Ferran, hay una librería tradicional que conserva los escaparates exteriores, con vitrinas de madera moldurada y la estructura de la estantería interior, de gran interés. Decorada con elementos barrocos y clasicistas, como las volutas o los canecillos moldurados, merecen especial atención unos frontones con cabeza de león rodeado de follaje."

Ver: https://www.poblesdecatalunya.cat/element.php?e=13449

Ferrán 41


















 

 "La insoportable ligereza de la cultura

Miquel Molina
Director adjunto
22/12/2024 08:42

No soy cliente de la Sant Jordi, en el 41 de la barcelonesa calle Ferran. Mi circuito habitual de librerías no incluye ese entrañable negocio, creado en 1983 por el ahora desaparecido Josep Morales. Apenas he entrado dos o tres veces para comprar libros, aunque siempre he admirado desde fuera a la solera del local, la exuberante imagen de los volúmenes apilados en cualquier rincón, y, sobre todo, el espíritu de resistencia en una calle entregado al turismo.

Cuando se habla de la crisis del comercio de calidad, cabe preguntarse siempre qué hemos hecho para garantizar su continuidad los que a posteriori lamentamos su desaparición. En este caso concreto, no he aportado mucho, pese a que comparto el deseo de todos los aficionados a los libros que un giro argumental de última hora entregue al local de su condena a desaparecer.

En Barcelona no hay una grave crisis de librerías, ya que las nuevas aperturas compensan los cierres. Es más, en los últimos años han visto la luz grandes proyectos en el Eixample y han configurado un nuevo y sugerente eje libresco. Sin embargo, Ciutat Vella sí tiene un problema importante. Las librerías, como otras tiendas de calidad, abandonan unos barrios en los que la población local no deja de ceder espacio a los visitantes, con lo que esto implica en la evolución de los flujos comerciales.

Existen comercios que tienen la capacidad de ampliar el negocio a los turistas. Una reciente visita a La Manual Alpargatera sirvió para certificar que un local histórico y con encanto puede seguir vivo gracias, en parte, a los clientes foráneos. Pocos restaurantes, bares o coctelerías sobrevivirían sin ellos en una ciudad en la que los vecinos y vecinas suelen reservar la vida nocturna al fin de semana. Y algunos han logrado encontrar un razonable equilibrio entre clientela fija y temporal. Sin embargo, las librerías, salvo alguna muy especializada en idiomas extranjeros, tienen muy difícil captar este mercado, por razones obvias.

En algún momento Barcelona aceptó sacrificar la calle Ferran y dejar que se convirtiera en una réplica del gentrificado Temple Bar dublinès. La desaparición de la Sant Jordi sería una vez importante para esta vía principal, como lo fue el traslado de la librería Documenta para la calle Cardenal Casañas o la inexorable desaparición de las librerías de viejo para la calle de la Palla. Todo esto, en una Barcelona donde el sector de los libros debería ser estructural.

El problema es la precariedad endémica de la cultura de proximidad, que tiene mucho castillo construido a base de cartas. Comercios con encanto y que constituyen todo un dique contra la desertización cultural del centro se derrumban por una muerte prematura o por la codicia de un propietario tentado por una gran cadena. Hay riesgo de que se llegue a un punto de no retorno: pequeños negocios culturales que desaparecen porque muchos barceloneses ya no descienden a un centro que no consideran como sede, y todavía bajarán menos si esta tendencia se agudiza.

El Ayuntamiento ya compra locales con encanto para buscarles un uso apropiado. No son operaciones sencillas, pero existen ejemplos de tiendas salvadas. Ahora, sería ideal que Bruselas regulara una protección del comercio local y de proximidad que fuera compatible, por supuesto, con la libre competencia. De hecho, ya pone límites a las grandes tecnológicas para que no configuren oligopolios o monopolios. Se trataría de hacer lo mismo a pequeña escala. El corazón de las ciudades es un patrimonio cultural europeo que merece una urgente protección. No es cuestión de ir en contra del progreso, pero sí de evitar que una inusual concentración de intereses económicos modele el destino de los centros históricos.

Mientras, habrá que confiar en que sigan apareciendo emprendedores con vocación romántica que mantengan encendida la luz de la cultura, desatendiendo los consejos de los amigos, familiares, y asesores fiscales."

Ver: https://www.lavanguardia.com/internacional/20250114/10281542/un-ataque-masivo-ucraniano-dana-instalaciones-industriales-y-energeticas-de-rusia.html

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