Cuenta la leyenda que el año 708 fue el Arcángel San Miguel quien, a través de sueños, indicó a un asceta el lugar donde se debía erigir un lugar de culto. El enclave elegido era un islote que, entre mareas, se alzaba misterioso frente a la costa de Normandía. Antes de eso, druidas y galos ya lo habían considerado un monte sagrado, erigiendo en él monolitos pétreos en honor al dios Belenus (Sol). Así nació un rincón de oratorios que poco a poco fue ampliándose primero con ermitas y capillas, hasta que en el siglo X fue convertido en un pequeño recinto monacal cristiano de monjes benedictinos. A partir de ahí, el escaso espacio que proporcionaba aquella roca atlántica fue aprovechado para fundar un burgo medieval que, de forma escalonada o excavado en la piedra, empezó a ascender hasta el recinto religioso que lo coronaba.
Entrados en el siglo XIII, bretones, normandos e ingleses andaban enredados en luchas bélicas por este enclave minúsculo, pero estratégico, provocando que el monte se fortificara para proteger las construcciones de intramuros. El obispo de Avranche, San Aubert, también soldado y responsable de la abadía, se resistía a colaborar y permitir la invasión marítima de la costa de Inglaterra por las tropas normandas. Pero otra leyenda cuenta que cambió de opinión cuando un cometa una noche atravesó el cielo: aquello era una señal definitiva. La gesta se reproduce en uno de los tapices que decora la abadía.
UN ÁNGEL EN EL CIELO
Desde la Baja Edad Media, eremitas y monjes de distintos credos habían elegido para retirarse a meditar este enclave de aislamiento geográfico abrazado por el mar. Pero no fue hasta 1897 cuando el islote del Mont Saint-Michel se culminó con una aguja que entre brumas se eleva a 170 metros sobre el mar. La estatua del arcángel derrotando al dragón del Apocalisis pesa 820 kilos de peso y mide 3.5 metros de alto. En 2016, restaurada y pintada en resplandeciente oro, fue recolocada con un helicóptero.
MILAGRO ARQUITECTÓNICO
Los maestros constructores medievales hicieron maravillas para vencer la accidentada topografía del lugar. Desde el siglo VIII había allí oratorios druidas y santuarios paganos. Fue el año 1000 cuando se erigió la primera y modesta iglesia prerrománica; en el siglo XI le siguió una abadía románica de tres niveles superpuestos; y en el XIII ampliaron el recinto con un sinfín de espacios complementarios como despensas, cocinas y comedores, celdas para los montes y otras salas diferenciadas para acoger a pobres, peregrinos, caballeros y huéspedes ilustres. La inexpugnable abadía gótica está asentada sobre contrafuertes de granito rosa y gris, que la elevan sobre su plataforma hasta los 80 metros de altura. En sus tres niveles destacan el bello claustro anglonormando del siglo XIII, la iglesia abacial, las cuatro criptas y un majestuoso recinto de bóvedas y capiteles utilizado por los monjes como scriptorium donde iluminar los más bellos libros de la cristiandad. Este monumento milenario ofrece una gran diversidad de formas y estilos arquitectónicos, que abarcan desde que comenzó a construirse en el siglo X a la última restauración finalizada en el XXI.
Y SAN MIGUEL SE PROTEGIÓ CON MURALLAS
A partir del siglo XIV, los sucesivos conflictos de la Guerra de los Cien Años que oponen a Francia y a Inglaterra obligan a construir potentes fortificaciones. El «Monte», defendido in situ por caballeros fieles al rey de Francia, se protege con una muralla reforzada, flanqueada por torreones, troneras, puentes levadizos y fosos con el fin de resistir los asaltos de la armada inglesa. El acceso principal sigue realizándose hoy por la Puerta del Rey, situada en la zona meridional del recinto y a su vez fortificada. Cuando en la Edad Media la abadía de Saint-Michel se convirtió en uno de los principales lugares de peregrinación cristiana en Occidente, los peregrinos también accedía por ella a la ciudadela.
EL BURGO MEDIEVAL
La visita al burgo o ciudad baja nacida en la Edad Media en la base del Mont Saint-Michel se realiza por escalinatas y sinuosos callejones adoquinados que, a lo largo de los siglos, se fueron añadiendo en ascensión hacia la abadía. Las estrechas vía están flanqueadas por casitas de piedra de granito con tejados de pizarra o de madera, con la típica forma de pan de bois de la arquitectura medieval francesa. En su interior se vivía entre pesados tapices, alfombras y enormes chimeneas que ayudaban a compensar el clima frio de la costa normanda. Algunos callejones tienen sobre las casas pasillos volados con saeteras que ayudaban a prevenir los ataques de invasores. La Grande Rue, la vía principal, tiene sus escasos 300 metros repletos de tiendas de recuerdos, productos típicos y restaurantes.
LA TORTILLA DE LA MÈRE POULARD
La Porte de l’Avancée que se abre en la muralla va a dar a la populosa Grande Rue, donde se suceden algunos restaurante tradicionales como La Mère Poulard, fundado en 1888 y célebre por su tortilla y también por sus galletas artesanales. La Mère Poulard fue una doncella que acompañaba a su señora en su visita al Mont Saint-Michel. Pero resulta que la joven se enamoró de un panadero y decidió quedarse allí con él. Juntos abrieron una posada para recibir a los peregrinos y ofrecerles algo rápido para comer. Así que creó una tortilla que hoy en día lleva el nombre de Mère Poulard, que se cocina con huevos batidos al punto de nieve que hacen que, como un soufflé, esté hueca en la parte superior. Hoy, junto a este plato típico, las tiendas venden galletas y productos elaborados con miel por las religiosas de Saint-Michel, mientras en el menú se ofrecen platos y guisos de carne de cordero, que allí tiene un regusto a sal por la riqueza de sales y minerales de los pastos donde se alimentan: su carne tiene hoy Denominación de Origen Controlada (D.O.C.).
DE JUANA DE ARCO A DEBUSSY
El Mont Saint-Michel no solo era un destino estratégico y de peregrinos. Con el tiempo, se convirtió también en un punto neurálgico de la cultura medieval donde se reproducían y conservan una enorme cantidad de manuscritos. Entonces el lugar era conocido como la «Ciudad del libro». Desde su origen fue un crisol religioso, histórico y cultural, y a lo largo del tiempo ha recibido la visita de un gran número de peregrinos, entre ellos varios reyes de Francia y de Inglaterra, así como de personajes históricos como Juana deArco, quien fue recibida con honores en la abadía durante la Guerra de los Cien Días. En época moderna, el compositor francés Claude Debussy (1862-1918) fue uno de sus visitantes más frecuentes y prolíficos; se cree que unos de sus preludios más brillantes, La catedral sumergida, está inspirado en este paraje. En la actualidad en el Mont Saint-Michel vive un centenar de personas, entre monjes, religiosas, trabajadores y residentes del burgo medieval.
UNA ASCENSIÓN ESPIRITUAL
Los peregrinos que a partir del siglo XI empezaron a acudir al Mont Saint-Michel recorrían de rodillas la escalinata que intramuros sube hacia la abadía, en una ascensión de simbología espiritual. La escalera labrada en la piedra tiene más de 500 peldaños. En la Edad Media, el Mont Saint-Michel estaba considerado el cuarto destino de peregrinación, después de Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela.
AVATARES DE UNA ABADÍA
La iglesia abacial original fundada en el año 966 fue sucesivamente remodelada por las múltiples ampliaciones realizadas a lo largo de la Edad Media. En 1080 se alzaron dependencias monásticas superpuestas en tres pisos, incluyendo la Sala de l’Aquilon, que cumplía las funciones de acogida a los peregrinos, lugar de encuentro de los monjes y dormitorio comunitario. También se inició en esta época la construcción de las cocinas, el refectorio y las bodegas para almacenar el vino. En el año 1103 se derrumbaron tres tramos del lado oeste de la nave, por defectos de construcción, reconstruidos entre 1115 y 1125. Tras un incendio en 1776, se decidió demoler los tramos occidentales de la nave y se construyó la fachada actual. Bajo la nave central se esconden la capilla de Trente-Cierges, la de Saint-Martin y la cripta del coro. Azotada por los enfrentamientos bélicos, en el siglo XVIII quedó abandonada hasta ser recuperada durante unas excavaciones del siglo XIX. Desde entonces ha sido restaurada y ofrece un magnífico catálogo artístico desde la arquitectura prerrománica.
UNA NORIA EN UNA IGLESIA
La abadía del Mont Saint-Michel esconde en un rincón una curiosa noria de madera, que sorprende a los visitantes que se topan con ella. El artilugio fue instalado a inicios del siglo XIX para ayudar primero a traer las piedras, madera y otros materiales con los que se construían los nuevos edificios del roquedo, y luego, con la vida monástica instalada en el monte, para elevar a modo de montacargas los víveres y alimentos para los religiosos, peregrinos y visitantes.
UNA MARAVILLA DE CLAUSTRO
El tercer nivel de «La Maravilla» contiene un claustro abierto, suspendido entre el cielo y el mar. El espacio cuenta con un hermoso jardín rodeado de dobles filas de columnas y enjutas delicadamente talladas, realizadas con piedra de granito y mármol. Pero lo más notable son sus arcos trípode, tréboles pétreos que fueron creados para la iglesia de estilo románico normando del siglo XI. Desde uno de los costados de este espacio se obtiene la mejor vista sobre la bahía donde se asienta el Mont Saint-Michel.
SAINT-MICHEL BAJO LA ROCA
Podría decirse que gran parte de la ciudadela del Mont Saint-Michel es troglodita, y es que un sinfín de espacios, habitáculos y pasadizos fueron excavados bajo tierra y con pisos superpuestos con el fin de aprovechar el escaso espacio y ser inexpugnable. Tras la Revolución Francesa de 1789, las propiedades de la Iglesia fueron declaradas «bienes nacionales», así que se expulsó a los últimos monjes del Mont-Saint-Michel, y entonces el «Monte Libre» fue convertido en prisión. En 1811, un decreto transforma la abadía en cárcel para alojar esencialmente a presos comunes y políticos. El lugar era perfecto para encerrar a los delincuentes y olvidarse de ellos. La prisión, cerrada en 1863, tiene el mérito de haber evitado la destrucción de la abadía, si bien la dejó en un estado lamentable. En 1874, el recinto fue declarado Monumento Histórico de Francia y comienza entonces su larga restauración. Hoy el enclave recibe cerca de 5 millones de visitantes al año.
EL ESPEJISMO DE LAS MAREAS
Cuando en la costa de Normandía sube la marea, el Mont Saint-Michel queda aislado por las aguas que dos veces al día la alejan de la costa. Con la bajamar es posible recorrer a pie la base de la isla, emulando a los peregrinos del siglo XII. Luego el agua cubre el vado sumergible y desaparecen los accesos por tierra. Entonces se disfruta de la imagen más mágica del lugar, cuando el Mont Saint-Michel parece flotar sobre la nada. La sedimentación gradual ha desafiado en muchas ocasiones la supervivencia del islote y los edificios que en él se cobijan. En 2005 se emprendió una labor de rehabilitación del conjunto que duró diez años y que incluyó una presa, cimientos más fuertes y una carretera de acceso en bajamar para devolver el carácter marítimo al más extraordinario de los destinos religiosos de Francia."
Ver: https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/secretos-y-curiosidades-mont-saint-michel_18398
Fotos: Lluís Torán
Vistas aéreas: Google Maps
No hay comentarios:
Publicar un comentario